La gravísima crisis que sigue viviendo Venezuela es injustificable. La llegada del “chavismo” en 1999, trajo diversos augurios para el país. Uno de esos fue, el camino equivocado, nefasto que tomaría el caudillo de turno. La creación de una nueva constitución nacional, les concedió el camino para lograr la destrucción plena de la república. Lo mismo que ha ocurrido en nuestra historia constitucional, abarrotada de constituciones para cumplir caprichos personales.
Diversos factores caracterizan el proceso: nacionalización de empresas privadas que llevó luego a decomisar diversas sociedades medulares para el desarrollo nacional. Posteriormente, la destrucción de la industria petrolera: PDVSA, la desinversión en el Sistema Eléctrico Nacional (SEN), que produjo en marzo de 2019, un apagón nacional que duró una semana. La destrucción también del sistema de salud, que ha originado delante de la pandemia, numerosos decesos de personal de asistencia: médicos, enfermeras y obreros.
Venezuela es un país peligroso para sus habitantes. No existe estado de derecho, la formación de los miembros del sistema de justicia es pésima. Los órganos de investigación están totalmente corroídos por mafias que negocian de manera extrajudicial, la salida o entrada de algún procesado a los recintos carcelarios del país.
El sistema educativo formal está en el piso. Un maestro del país tiene un salario pírrico de dos (2) dólares, que le ha llevado a realizar actividades de trabajo distintas, para mantener su núcleo familiar. Es decir, ha desertado, se ha ido, ha dejado a sus alumnos para sobrevivir, que es lo que se hace en “La patria de Bolívar”.
El vil ataque a los medios de comunicación de manera sistemática, demuestra que, la libertad de expresión en Venezuela está prácticamente extinta. El país está gobernado por militares. Lo que históricamente se había detenido, con la llegada de Chávez se hizo una realidad. Un estado militar que ha atrasado el desarrollo nacional de manera inédita.
La hiperinflación indetenible y la dolarización de hecho han acabado con el sistema económico nacional. Todos los días los precios van en alza, aunque el dólar paralelo fluctúe, baje o suba. La anomia ya es un hecho y aún más peligroso: ya es cultura.
La violación de Derechos Humanos DDHH de manera recurrente, y la declaración de la ONU de acusar al Estado venezolano y a sus fuerzas de seguridad de cometer crímenes de Lesa Humanidad, son las evidencias del estado de cosas al que se enfrenta la población.
Todas las áreas del quehacer nacional están trastocadas. Padecen, adolecen de esta crisis que pareciera no irse del país. Estas aristas han llevado a nuestros nacionales a conocer la dura realidad de la migración. A mirar de frente la xenofobia, a sentir el sin sabor del desarraigo, en búsqueda de mejores oportunidades para el desarrollo personal. En búsqueda de mejores condiciones para familias enteras.
Desde ahí nacemos, desde esa dura realidad que nos lleva a constituir y construir una voz de salvaguardia, una voz de ayuda a quien lo necesite. El Venezolano en Europa está para servir, para aportar, para demostrar esa imagen positiva del venezolano que lucha, que esperanzado trabaja por un día a día mejor.